La temperatura del suelo tiene un impacto directo sobre el crecimiento y desarrollo de las plantas. “ Las variaciones diarias y estacionales de la temperatura del suelo, respecto a la que existe sobre él, se amortiguan rápidamente con la profundidad en el que el medio edáfico actúa como tampón frente a la variabilidad atmosférica del lugar ” (Ibañez, 2008). La temperatura del suelo está delegada a cambios tanto estacionales como diurnos siendo más insignificantes hacia los horizontes más profundos, esta dinámica conforma el perfil térmico del suelo.

La temperatura del suelo, puede ser un factor limitante en la germinación de la semilla, desarrollo y crecimiento de las raíces, así como el ritmo de degradación de la materia orgánica. Por tanto, la actividad microbiana desciende con el frente de humectación hacia horizontes más profundos en los periodos más desfavorables del año, ya sea por frío intenso o calor, seguidamente, cuando el clima de la superficie incrementa su temperatura éstos tienden a ascender a horizontes superficiales. Este efecto lo demostraron Bello y Arias (CCMA, CSIC).

En el desarrollo de la planta, las variaciones en la temperatura del suelo tienen un efecto sobre el crecimiento de las raíces, formación de tallos y hojas. Con lo que respecta a la zona radical (órgano subterráneo) al no tener capacidad de regular su temperatura (Rehm,1986), las funciones de la raíz en comparación con los órganos aéreos se ven más influenciadas con la temperatura del suelo. Por tanto, las funciones principales de las raíces como son la absorción de agua y nutrientes se ven más marcadas. En los meses más fríos con temperaturas del suelo menores a 15°C, esta capacidad se reduce, aunque esta reducción no está vinculada a cambios en la viscosidad del agua en comparación con la temperatura, si no a modificaciones de los tejidos que componen la raíz (Tejera, 2006). Por tanto, el desarrollo radicular, de forma general, aumenta con incrementos de la temperatura del suelo, hasta niveles entre 25 – 30 °C y, desciende en temperaturas entre 8 – 15 °C (Marschner,1986).

Ilustración 1: Temperatura del suelo de 10 a 80 cm en continuo. Se aprecia un periodo de 15 días donde la misma no supera los 15ºC.

Debido a esta influencia de la temperatura del suelo frente al crecimiento radicular, se produce un incremento en la formación de pelos radicales con suelos con temperaturas más bajas y debido al menor volumen de suelo explorado en profundidad, la planta se ve obligada a formar un sistema radical más grande en superficie para poder captar mayor cantidad de agua y nutrientes, esto varía según especies.

Se puede influir en la temperatura del suelo:

  • Disminuyendo el porcentaje de cobertura vegetal.
  • Cuando el suelo se encuentra demasiado húmedo, aumentando el drenaje y de esta forma eliminando el enfriamiento en exceso.

En cuanto al tallo se refiere, tanto la biomasa como la longitud de éste, aumenta cuando la temperatura de la zona radicular se encuentra entre valores de 20 y 30°C. Por ejemplo: mandarinas satsumas (Poervanto et al., 1989); citrus (Nielson y Humphries, 1966).

Otro efecto que tiene la temperatura en el desarrollo de la planta es sobre las hojas y los frutos. Las hojas es uno de los órganos más sensibles al estrés ambiental por temperatura, sales y agua. En cuanto a los frutos, su producción se incrementa con el aumento de la temperatura entre valores de 25 – 35°C (Cooper, 1973). También influye sobre el cuajado de este, modificando así sobre la producción.

Respecto de su influencia en el plan de abonado ,la solubilidad de los abonos es dependiente de la temperatura, ganarás en eficiencia por saber cuando debes empezar y finalizar con el mismo. La temperatura no es constante en todo el perfil radicular, no te interesará aportar agua y abono hasta una profundidad donde las raíces no alcancen una temperatura mínima.

Tener un control de la temperatura del suelo a diferentes profundidades, conjuntamente con otros parámetros como Humedad y EC, puede ser de gran ayuda.

 

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